Especie Literaria De Epistola A Belardo |VERIFIED|
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De este modo, al entrar de la mano de poetas tan representativos, la trayectoria de la epistolaridad en España fue muy literaria y, como apunta nuevamente Guillén, «un poderoso impulso en el camino hacia la ficción bien como epístolas de autoinvención o bien de novelas hechas de cartas»[2]. Sin embargo, esto no impidió que humanistas españoles como Juan Vives o Juan Ginés de Sepúlveda cultivaran la carta humanística en latín.
La primera, titulada El trato de Argel, es, sin disputa, la másantigua de las escritas por Cervantes, y aunque no adoptemos la opiniónde Pellicer y Navarrete de que la compuso en su cautiverio, debió ser,todo lo más, á poco de volver, cuando estaban frescos en su memoria losdolores y tormentos allí sufridos[14]. Ofrécenos un cuadro, que nosimpresiona y conmueve, de los martirios y penalidades de los esclavoscristianos, presenciados y sentidos por el autor; aunque de drama,propiamente dicho, tenga poco más que el nombre, puesto que los diversosgrupos y situaciones en que se distribuye la acción, carecen de un lazoestrecho que los haga interesantes. Forman su base los amores de Aurelioy de Silvia, cautivos ambos en Argel. Aurelio es amado de Zara, suseñora, mujer del renegado Izuf; y tanto ella como su amiga Fátima sevalen de todo linaje de astucias para seducirlo, aunque inútilmente,porque se mantiene inexorable. Esto se desenvuelve en las primerasescenas. Después aparecen los dos esclavos Saavedra y Pedro Alvarez, ydescriben los males del cautiverio. Izuf encarga á Aurelio que leconcilie las buenas gracias de Silvia, y él finge que se prepara ádesempeñar su comisión. La escena siguiente representa un mercado deesclavos, y los horrores de estas compras de carne humana. Luego leemoslos encantos, de que se vale Fátima para obligar á Aurelio á querer áZara. Preséntase una Furia, y anuncia que sólo la necesidad y laoportunidad podrán quebrantar la firmeza del cristiano. Estospersonajes alegóricos se muestran también luego, y procuran, aunquevanamente, convencer á Aurelio. A poco se ve á Pedro Alvarez en undesierto, escapado de la prisión, que ha perdido el camino y cae entierra sin aliento. Invoca á la Santísima Virgen y se presenta un león,que se pone á su lado y luego prosigue delante su camino, sirviéndole deguía. A la conclusión se anuncia la llegada de Fr. Juan Gil, redentorespañol de esclavos, y Aurelio, Silvia, Saavedra (Cervantes) y los demáscautivos se arrojan á sus pies con la esperanza de ser rescatados. Entoda esta pieza se descubre al principiante, y, por grande que seanuestra veneración al famoso nombre del autor, no es posible desconocersu inmensa inferioridad, comparada con las obras de La Cueva de la mismaépoca. Pero cuanto disminuye su mérito dramático y valor poético,considerada como producción literaria, está compensado por otra especiede interés, que hace enmudecer á la crítica, pues ¿quién podrá ahogar laimpresión, que ha de excitarle la pintura de las penalidades, que sufrióel desdichado poeta? ¿Quién leerá, sin conmoverse ni interesarse, lasescenas en que el autor aparece en el teatro con el nombre de Saavedra?¿Quién no participará del elocuente celo, con que excita á susconciudadanos á rescatar á los cautivos cristianos de Argel? Hasta susmuchos rasgos prosáicos mueven más poderosamente nuestro interés.
Ninguna obra de Cervantes fué, sin embargo, menos leída que estascomedias. La primera edición, de 1615, llegó á ser tan rara, que sólo laguardaban pocos aficionados á este género literario, hasta que en el añode 1749 se hizo otra que, al parecer, no se vulgarizó tampoco mucho.Sabido el propósito que presidió á esta última, se comprenderáfácilmente que tan escaso fuese su efecto. El editor Blas AntonioNasarre, erudito absurdamente apasionado de la crítica francesa,escribió un prólogo, que le precede, en el cual se ensaña sin piedadcontra el antiguo drama español, presentándolo como modelo de vicios ydefectos de toda especie, desconociendo tan completamente las reglas dela sana crítica al aplicarlas á las comedias de Cervantes, que lesiguen, que las califica de parodias y sátiras contra el gustocorrompido de la época, ó lo que es lo mismo, de obras las másdefectuosas y sandias que jamás se han escrito. ¿Cómo hubiera creídoesto nunca el autor del Don Quijote? Es imposible descubrir en ellasel más leve rastro de parodia ni de sátira. Generalmente son imitacionesserias del estilo de Lope de Vega, no obstante los esfuerzos del autoren superar á su modelo con escenas más variadas y situaciones de másefecto. La impresión, que hacen, es muy semejante á la del Persiles,escrito en la misma época. Así como Cervantes amontonó en su últimanovela las aventuras de los libros de caballería, que antes criticaracon tanto rigor, así también acumuló en ellas sin escrúpulo todosaquellos extravíos dramáticos de bambolla y efecto de la época, llevandohasta la exageración su licencia. Aún más extraño nos parece, que,distinguiéndose todas sus obras por su plan clarísimo y por suregularidad y buena traza, tanto en el conjunto como en sus diversaspartes, encontremos en las comedias los defectos opuestos: aridez en lacomposición, y ligereza suma en su desarrollo. Justamente el mismopoeta, que dió tantas pruebas de su maestría en la pintura decaracteres, se contenta en ellas con bosquejarlos muy superficialmente,y profundizando hasta tal punto otras veces, carece en sus comedias deverdadera intención poética. Parece que Cervantes conocía también losdefectos de estas piezas, según se deduce del tono poco pretencioso conque habla de ellas en el prólogo, muy opuesto, sin duda, al amor propioque en otras ocasiones manifiesta; pero como intentaba rivalizar conLope y su escuela, creyó, acaso, que el mejor modo de lograr el triunfoera imitar la parte externa de sus obras, acumulando maravillas,aventuras y golpes teatrales. Debía haber conocido que la fama de Lope,hasta en el populacho, dependía de causas muy diversas. Además deldefecto de estar escritas en un estilo extraño y falso hasta lo sumo,tienen otro, que no dejó de contribuir en su daño, cual es la ligerezadeplorable con que fueron compuestas. Ni en la rapidez de la composiciónquiso Cervantes dejarse superar por el celebérrimo maestro del dramaespañol, careciendo del don de improvisar de aquél y de su facilidad enproducir, como jugando, perenne é inagotable corriente de invenciones, yhasta de obras literarias de primer orden. Cervantes, al parecer, teníaun genio de muy distinta índole: para trabajar con provecho necesitabaconcentrar su actividad, y en el momento que seguía diverso rumbodegeneraba en superficial y frívolo.
Este período, el más brillante del drama español, comprende desde laconclusión del siglo xvi hasta fines del xvii. No es fácil fijar conexactitud el año en que comienza y acaba. ¿Quién podrá indicar elmomento, en que las fuerzas del hombre alcanzan su perfecta madurez ydeja de ser adolescente, ó aquel otro, en que, débil, llega á la vejez?El señalamiento de tales divisiones y períodos, no tanto obra de lanaturaleza, cuanto efecto de nuestra inteligencia, útil para orientarnosy entender aquélla, está sujeto á dudas y discusiones de tal especie,que cuesta no poco trabajo trazar una línea perfecta divisoria, y aun enel caso de que se logre, ocurre de ordinario una nueva dificultad, nosabiendo nosotros si ha de calcularse desde su origen ó desde suterminación. Cabe, sin embargo, en lo posible, y no perdiendo de vistala base movediza de estos límites y transiciones, ya indicadas, fijarel principio casi seguro de este período, desde 1588 al 1590. Despuésdemostraremos con más extensión y solidez, que entonces comenzó Lope deVega á ejercer en el teatro influencia exclusiva, y la revolución queprodujo en la literatura dramática, puesto que los mismos contemporáneosde Lope confiesan, que, en virtud de dichas causas, empezó una nuevaépoca del teatro español, llamada por ellos su edad de oro[87]. Másdifícil parece determinar el año en que acaba este brillante período.No se puede dudar que continuó mientras vivieron Lope y Calderón, yhasta la muerte del último, ocurrida en 1681, puesto que en cada uno deestos años aparecieron obras que disipan cualquiera duda. Pero, aundespués de la fecha indicada, florecieron muchos coetáneos de Calderón,más jóvenes que él, que en nada disminuyeron la importancia del teatronacional español, y hasta otros poetas de la nueva generación que lesiguió, alcanzaron al siglo xvii. Hay razones, por tanto, para prolongareste período, de que tratamos, hasta dicho siglo, y fijar el principiodel nuevo, en la época en que aparecieron las doctrinas literariasfrancesas. Bances Candamo, Zamora, Cañizares y otros poetas de losúltimos años del reinado de Carlos II y de su sucesor, escribían, á laverdad, con habilidad é ingenio, siguiendo la senda trazada por losanteriores maestros; pero sólo se repiten las formas ya conocidas, nootras nuevas y más perfectas, y lo que no lleva aquel carácter, sólodebe calificarse de extravío y retroceso. La vista ejercitada, alcomparar este período con el precedente, lo considerará de decadencia ydegeneración, y el historiador, para ser fiel á su propósito, debetambién separarlos. A falta, pues, de línea divisoria exacta y precisa,y fundada en un hecho externo, parece lo más prudente colocarla engeneral en la segunda mitad del reinado de Carlos II, ó en el últimodecenio del siglo xvii, y que, para clasificar los poetas, que seagrupan alrededor de aquel punto cronológico, atender principalmente ásus cualidades especiales.
La fecundidad de nuestro poeta crecía con los años en vez dedebilitarse; pocas veces pasaba un mes, y hasta una semana, que no serepresentase alguna comedia suya nueva, y pocas transcurría un año, enque no se publicase alguna otra obra suya literaria. En el certamenpoético, abierto en los años de 1620 y 1622, para solemnizar labeatificación y canonización de San Isidro, superó á todos cuantostomaron en él parte, por el número de sus composiciones. Se habíaprometido un premio para cada especie de poesía, pero ningún poeta podíarecibir más de uno. Lope obtuvo dos veces el señalado á la mejor oda;pero su pródiga musa, no contenta con esto, además de multitud desonetos y romances, alusivos al objeto de la fiesta, escribió doscomedias, que referían la vida del Santo, y que fueron representadas ensu honor, mientras duraron estas solemnidades. También publicó unadescripción de las fiestas, y una compilación de las poesías premiadas. 2b1af7f3a8